Nuestras primeras colonias

“Alejados de la naturaleza, la existencia humana queda vacía de contenido”.

Fukuoka

A algunas familias, tan solo el título de esta entrada, ya os removerán mil emociones. Las primeras colonias… ¡Cuántos pensamientos, dudas, inquietudes y también buenos deseos se pasan en los previos a esta experiencia! 

Cuando, en una reunión de familias llegamos a esa potente propuesta y suena un “Y nos vamos de colonias”, a las caras le salen solos los subtítulos.

Muy reciente lo tienen las familias del «Castillo», que en un ejercicio de superación y confianza en este proyecto común, se lanzaron a un sí rotundo (miedos e incertidumbres incluidas). 

Pasada esta experiencia, queremos agradecerles su respetuoso acompañamiento en este proceso que ha tenido como resultado una experiencia que para las maestras que los acompañamos (Elena, Belén, Rocío y nuestra práctica Ioana), nos ha tocado el corazón. 

Pero toca hablar de sus protagonistas. Llegó al Castillo una noticia: “La ´Pecera´ se va de colonias”. Y… ¿Qué son las colonias? Arrancamos con teorías de perfúmenes que olían genial, pero necesitaban más información. 

Un grupete de La ´Pecera´ (4-5 años) se ofreció a venir para contar a dónde iban y… ¡que pasarían una noche fuera! Autobús, Duende, magia, árboles, animales… Las caras iban iluminándose en una mezcla de fascinación y envidia. 

Llegó el día de despedir a La ´Pecera´ y lo vivieron con una ilusión enorme, como el que se alegra de que su amigo gane el premio gordo.

Al volver a clase, una voz preguntó: ¿Y nosotros-as podemos ir de colonias también?

  • Rocío: “A mi me encantaría llevaros, pero no solo depende de mí…”
  • Es que hay que escribir una carta al Duende. Lo han dicho los mayores.

Ni que decir tiene, que todos y todas estaban de acuerdo en hacerlo y así, me fueron dictando literalmente:

Querido Duende:
¿Podemos ser amigos?
Queremos ir a las colonias
¿Dónde están las colonias?
Queremos ir donde tú estás.
Queremos ir a tu casa.
Un abrazo y un beso.

Fuimos al buzón que hay junto a la escuela y no solo enviamos al carta, sino palabras de gestos de cariño para que llegaran a su destinatario.

Al cabo de unos días, de la mano de Belén, nos llegaba una noticia… ¡Hay una carta para el Castillo!

Lo que sigue… ya lo sabéis. Alegría, ganas, ilusión…y en casa, cuando se acercaba el momento, también algunas dudas por dormir sin papá y mamá.

Los previos a la experiencia fueron un camino trazado y pensado para llegar a Ermita Vieja (Dílar) con la consciencia de lo que iban a vivir, intentando hacerlos sentir capaces de lograr esta aventura y recalcando, que para cualquier cosa, nuestras manos adultas estarían ahí para ellos, para ellas en cualquier momento. 

Para las maestras y maestros que acompañamos a los grupos en esta vivencia, es un momento clave del curso. Cada colonia es diferente y especial y esta, siempre la llevaré conmigo. Sus primeras colonias… Mis primeras colonias de cero. 

Llegó el día, todo preparado. Las familias puntuales se iban despidiendo con seguridad y una sonrisa (miedos bien adentro, que no asomen) y el clima era de pura ilusión.

Podría relatar cada instante, pero toca abrir la ventana a lo que más nos llenó… 

Niños y niñas en plena naturaleza. 

Manos tocando la tierra en un acto hipnótico, como una caricia a un ser querido.

Pequeños grupos de criaturas obrando con una mente colectiva. Haciendo cabañas con palitos, curando árboles porque tenían sangre, mostrando actos de crianza donde las piedras eran sus bebés, patrullas de rescate evitando que vinieran a cortar árboles… Y así, una tras otra, llegaban historias vividas desde su imaginario. 

El “jugar con nada” de nuestra leída y estudiada Penny Ritscher se hacía real y solo podíamos mirarlos con fascinación. 

A mi cabeza venían reflexiones: ¿En qué momento nos desconectaron de la naturaleza? ¿Cómo no podemos conocer la riqueza de nuestro territorio? ¿Cómo puede darnos el medio tanto y no darle nada de vuelta? 

Cada experiencia en nuestros grupos nos remueve cuestiones que atañen a la Infancia y las colonias nos dejan siempre la misma reflexión: “Qué necesario es estar aquí, sin más motivo que jugar con la esencia de la básico”.

Y la noche llegó… cero llanto, cero dudas y mil ganas de sacar la linterna, el objeto estrella que no puede faltar. Salir a buscar al Duende fue un regalo para ambas partes. Las criaturas buscaban entusiasmadas las pistas y nosotras alucinábamos con su seguridad en plena noche cerrada. Y al fin… ¡El regalo! Espuma de duende y polvo mágico de lavanda, que con mucho cariño nuestros vecinos de la recién estrenada tienda ecológica Mengrana nos hicieron con cariño (de parte del Duende).

  • ¡Yo lo he visto! Es pequeño
  • Yo una luz que se movía rápido.
  • Lo he visto saltar por un árbol.
  • Pus yo no he visto “na”.
  • Yo un zapato…creo.

Los cuerpos a estas alturas se veían cansados tras la emoción y, “cada oveja con su pareja” se fue a la habitación. Cero llantos, cero quejas, beso de buenas noches y a dormir… Elena comentaba que en su habitación tuvo que abrir ventanas y por poco sacar platillos y bombos. Yo tuve un par de madrugadores en mi cama a las 6.30  y poco más… Las que no dormimos fuimos las mayores, por eso de asegurarnos de que estuviesen tapados, no se cayeran, tuvieran cerca su peluche y básicamente, que respiraran, jejeje.

Ay Castillo… Castillo querido. Algún día os contaré que cuando llegué a casa dos lágrimas me cayeron de los ojos (y no solo por la alergia). ¡Lágrimas de emoción! 

Superasteis las expectativas, os pusisteis a prueba, vencisteis miedos y demostrasteis ser seres capaces y ciudadanos y ciudadanas con derecho a vivir en un mundo amable. 

Desde vuestra Escuela, procuraremos que así os sintáis siempre. 

Con cariño, os dedico estos versos

Rocío (E. I. M. Belén).

VERSOS PARA LAS COLONIAS:

El castillo  fue de colonias
Y hasta el cartero se enteró.

Porque al buzón lanzamos
Una carta con mucho amor.

Remitente: El Castillo
El duende el receptor.
Y no te vas a creer la cosa,
¡El diminuto nos respondió!

Y allá que fuimos sin miedo
A dormir a su casita
Entre flores y montañas,
Encinas y pajarillos,
Jugaban sin parar 
Los niños y niñas del castillo.

Allí no hay discusiones
Y tampoco malos ratos
Y si alguien llora
¡Un buen abrazo!

Nos volvimos a casa alegres
Pero también con pena
Porque echaríamos de menos
Estar juntos en la cena.

Pero oye, que no te de la bajona,
Que si quieres el año que viene
Nos buscamos otra casona.

Duende, te queremos. 
De tu magia no me olvido
Por muy mayor que me haga,
Siempre vivirás conmigo.

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3 comentarios en «Nuestras primeras colonias»

  1. Una magnífica ´crónica´ de unas de las experiencias más inolvidables para peques y mayores… ¡Y lo cuenta tan bonito!

  2. Gracias Rocio, tus palabras me han emocionado tanto……… que especial es este momento y que especial lo haces para nuestros hij@s , las colonias de Belén nunca se olvidan
    Gracias gracias y gracias

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